SURA 80, ABASA

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SURA 80, ABASA

SURA 80, ABASA

SURA 80, ABASA

Esta sura fue revelada en La Meca. Mientras el Profeta (la paz y las bendiciones de Dios sean con él) estaba hablando con algunos paganos notables, con la esperanza de que aceptaran el Islam, un musulmán ciego se le acercó para aprender de él, pero en su afán por atraer a los otros al Islam, el Profeta lo miró con el ceño fruncido, por lo cual fue reprochado por Dios. En la segunda sección hay una condena a la ingratitud del ser humano. La gente se vuelve autosatisfecha y olvida su origen y su retorno final a Dios.

Aleyas 1 a 10: La amabilidad

La primera parte está basada en un incidente que tuvo lugar en los primeros días del Islam. El Profeta Muhammad (la paz y las bendiciones de Dios sean con él) estaba ocupado con algunos dignatarios de los Quraish, explicándoles el mensaje del Islam, cuando Ibn Umu Maktum, un hombre pobre y ciego, lo interrumpió. Sin darse cuenta de que el Profeta estaba ocupado, el ciego le pidió con insistencia que le enseñara algunas aleyas del Corán. El Profeta se molestó con esta interrupción, le frunció el ceño y se alejó de él. Dios intervino para decir la última palabra en este asunto.

La sura inicia criticando el comportamiento del Profeta en este incidente. Establece con claridad los valores y principios sobre los que se basa la sociedad islámica, y establece la verdadera naturaleza del mensaje del Islam.

Aleyas 11 a 16: El mensaje y la virtud del Corán

El Corán es un mensaje noble y honrado en todos los aspectos. Sus páginas son purificadas y exaltadas, confiadas a ángeles nobles y devotos que son embajadores que transmiten el mensaje de Dios a Sus profetas, quienes lo transmiten a la gente; eso también es algo digno. Nadie que pretenda ser autosuficiente y rechace el mensaje del Islam debe ser abordado con él. Aquellos que son sinceros y buscan ser purificados se beneficiarán del mensaje.

Aleyas 17 a 32: Reflexión y contemplación

La actitud ingrata del ser humano hacia Dios y su negación de Él discusiones analizada. Aquí se le recuerda al ser humano su origen humilde, cómo esta vida se vuelve fácil, cómo Dios determina su muerte y resurrección, y cómo, después de todo esto, permanece totalmente ajeno al cuidado de Dios y a Su poder completo en cada etapa de su existencia, y no cumple Sus órdenes.

Luego, se invita al ser humano a reflexionar acerca de su comida y la de su ganado, que es una de las muchas cosas que Dios le ha provisto. La perfección absoluta de la creación es obvia en la provisión de alimento para la humanidad, ya que es obvio en la creación, la proporción y el desarrollo del ser humano. Esta es la historia completa de la comida del ser humano, relacionada aquí etapa por etapa. Que el ser humano reflexione: ¿acaso juega él algún papel importante en ello? ¿Puede determinar o cambiar el curso de ello? La misma mano que lo ha llevado a la vida ha producido el alimento que lo sostiene.

Aleyas 33 a 42: Cuando llegue la explosión ensordecedora

Este es el final de todo deleite y disfrute. Encaja perfectamente con la planeación y el diseño que incluyen cada etapa del desarrollo humano. El final aquí retratado encaja a la perfección con la escena al comienzo del capítulo, que muestra a alguien que viene con celo y con sentimiento de temor en su corazón, y otro que se considera autosuficiente y se aleja de la guía divina. Aquí tenemos una exposición de su posición ante los ojos de Dios.

Las aleyas aquí hablan sobre la "explosión impresionante" y sus efectos aterradores. El sonido mismo de las palabras da la impresión de horror. Hace que las personas desconozcan todo lo que les rodea. Sus rostros, sin embargo, proporcionan una explicación lúcida de lo que les está ocurriendo. Algunas caras se iluminan con felicidad rebosante de deleite. Ellos están esperanzados y tranquilos, porque sienten que su Señor está complacido con ellos. Esas personas se libran del terror de la explosión impresionante, y por ello pueden sonreír y demostrar su alegría. O, probablemente, las sonrisas y manifestaciones de alegría se vean después de que estas personas se hayan dado cuenta del buen final que les espera. Los rostros de las personas sin fe, que no creen en Dios ni en el mensaje divino, se cubrirán con el polvo de la tristeza y la miseria, y se oscurecerán con humillación y depresión. Ellos saben qué hicieron en esta vida y esperan su castigo inevitable.

El temor que se representa en esta escena golpea el alma y nos hace darnos cuenta de que cada uno de nosotros es responsable de sí mismo, y que lo que realmente importa son nuestras creencias y nuestros actos, y seremos recompensados en consecuenciaش

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