LA PRESERVACIÓN DEL CORÁN

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LA PRESERVACIÓN DEL CORÁN

LA PRESERVACIÓN DEL CORÁN

LA PRESERVACIÓN DEL CORÁN

El Sagrado Corán, la escritura sagrada de los musulmanes, fue revelada en lengua árabe al Profeta Muhámmad, la paz y las bendiciones de Dios sean con él, a través del ángel Gabriel.  La revelación ocurrió gradualmente, durante un período de veintitrés años, a veces en versículos breves y en ocasiones en capítulos extensos.

El Corán (vocablo que puede entenderse como “lectura” o “recitación”) es distinto de los dichos y hechos  registrados del Profeta Muhámmad (Sunnah), que se conservan mediante la obra de sabios que los coleccionaron y clasificaron, a estos se denomina “hadices”  (las “noticias”; los “informes”; o las “narraciones”).

Al recibir la revelación, el Profeta se comprometió con la misión de llevar el mensaje a sus compañeros recitándoles las palabras exactas que él oía del ángel en su orden exacto.  Esto es evidente cuando se observa que se intercalan versículos en los cuales Dios se dirigió específicamente a él; por ejemplo, los que comienzan con: “Qul” (“Di” [a las personas, ¡Oh, Muhámmad!]).  El estilo rítmico del Corán y su belleza lo hacen fácil de memorizar.  De hecho, Dios describe esto como una de sus cualidades esenciales para la preservación y el recuerdo (Ver Corán. 44:58; 54:17, 22, 32, 40).  Esto era particularmente importante en una sociedad como la árabe, que estaba orgullosa de sus poetas, capaces de componer largas poesías y recitarlas de memoria, pero nada como el Sagrado Corán.  Michael Zwettler hace notar que:

“En tiempos antiguos, cuando la escritura era usada escasamente, se ejercitaba la memoria y la transmisión oral, hasta un grado ahora casi desconocido”.

Porciones extensas de la revelación fueron memorizadas fácilmente por un número grande de creyentes de entre las personas de la comunidad del Profeta.

El Profeta animó a que sus compañeros aprendieran cada versículo que se revelaba y lo transmitieran a otros.  El Corán también es recitado regularmente como un acto de culto, sobre todo durante las oraciones diarias, prescritas como obligatorias (el salat).  A través de estos medios, muchos escucharon los pasajes de la revelación, los memorizaron y los recitaron en la oración.  El Corán entero fue memorizado literalmente (palabra por palabra) por algunos de los Compañeros del Profeta.  Entre ellos se destacan Zaid Ibn Zabit, Ubayy Ibn Ka’b, Muadh Ibn Yabal y Abu Zaid.

No sólo eran memorizadas las palabras del Corán, sino también su correcta pronunciación, después esto se transformó en una ciencia en sí misma y se la llamó Taywid.  Esta ciencia describe meticulosamente cómo cada letra debe ser pronunciada, así como la palabra en conjunto, ambas en el contexto de otras letras y palabras.  En la actualidad, podemos encontrar a personas de muy diversas lenguas capaces de recitar el Corán como si fueran árabes que vivieron durante el tiempo del Profeta.

Además, la sucesión u orden de los versículos del Corán fue estipulada por el Profeta y era muy conocida por los Compañeros.  Cada Ramadán, el Profeta repetiría, después del ángel Gabriel (recitando), el Corán entero en su orden exacto hasta donde había sido revelado, esto en la presencia de varios de sus Compañeros.  En el año de su muerte, él lo recitó completo dos veces.  Por eso, el orden de los versículos en cada capítulo y el orden de los capítulos se reforzaron en la mente de cada uno de los Compañeros presentes en esos momentos benditos.

Cuando los Compañeros se extendieron por distintas geografías y se encontraron con poblaciones diversas, usaron sus recitaciones para instruirlos.  De esta manera, el mismo Corán se retuvo ampliamente en la memoria de muchas personas, por inmensas y diversas áreas del Planeta.

La memorización del Corán surgió como una tradición continuada durante  siglos.  Aparecieron escuelas para la memorización que se establecieron por todo el mundo musulmán.  En estas escuelas, los estudiantes aprenden y memorizan el Corán junto con su Taywid, siguiendo a un maestro que a su vez adquirió el conocimiento de su maestro, formándose así una cadena de trasmisión oral que se remonta al Mensajero de Dios.  El proceso de memorizar todo el Corán normalmente toma entre 3 y 6 años.  Después de que el dominio se logra y la recitación se realiza libre de errores, se le otorga a la persona una licencia formal (iyyaza), certificando que ha dominado las reglas de recitación y puede recitar el Corán de la manera que lo recitó Muhámmad, el Profeta de Dios.

La utilidad de esta licencia formal (iyyaza) emitida al final del estudio, cuando se logra  perfeccionar la recitación del Corán, es que certifica la cadena irrompible de instructores que llegan hasta el mismísimo Profeta del Islam.  La imagen anterior es la iyyaza que certifica la recitación de Qari Mishari Rashid al-Afasy, recitador muy conocido de Kuwait, emitida por el Sheij Ahmad al-Ziyyat.  La imagen es cortesía de (http://www.alafasy.com.)

A.T. Welch, un orientalista no musulmán, escribe:

“Para los musulmanes, el Corán es mucho más que una escritura o la sagrada literatura en el sentido occidental usual.  Su importancia primaria para la inmensa mayoría a través de los siglos, ha estado en su forma oral, la forma en que apareció primero, cuando la “recitación” era pronunciada por Muhámmad a sus seguidores durante un período de aproximadamente veinte años… Las revelaciones fueron memorizadas por algunos de los seguidores de Muhámmad durante su vida, y la tradición oral que se estableció así ha tenido una historia continua desde entonces, de algunas maneras independiente, y superior al Corán escrito… A través de los siglos, la tradición oral del Corán completo se ha mantenido por recitadores profesionales (qurrá).  Hasta recientemente, la importancia del Corán recitado raramente se ha apreciado totalmente en Occidente”.
El Corán es quizás el único libro, religioso o secular, que ha sido memorizado completamente por millones de personas.  El destacado orientalista Kenneth Cragg refleja este concepto:

“… el fenómeno de la memorización y recitación es uno de los medios por los que el texto ha atravesado los siglos en una sucesión viviente e irrompible de devoción.  Por consiguiente, no puede considerarse como un objeto de anticuario, ni como un documento histórico de un pasado distante.  De hecho, la memorización lo ha puesto en posesión del pueblo presente a través de toda la era musulmana y le ha dado un brillo humano en cada generación, permitiendo que el texto pueda ser siempre asequible para todos, sin que jamás fuera patrimonio de ninguna autoridad especial para su preservación”.
El Corán entero fue puesto por escrito en el momento de la revelación, siguiendo el dictado del Profeta (la paz y las bendiciones de Dios sean con él).  Fue escrito por algunos de sus compañeros más instruidos, el más prominente de ellos fue Zaid Ibn Zabit.  Otros de sus escribas fueron Ubai Ibn Ka’b, Ibn Mas’ud, Mu’awiah Ibn Abu-Sufian, Jaled Ibn al-Walid y Zubair Ibn Awwam.  Los versículos del Sagrado Corán fueron grabados sobre cuero, en pergaminos, en huesos de animales y en hojas de palmeras.

La compilación del Corán (en formato de libro) se llevó a cabo luego de la Batalla de al-Yamamah (11H/633 DC), después de la muerte del Profeta, durante el Califato de Abu Bakr.  Muchos compañeros que combatieron en la batalla cayeron mártires.  Por este motivo se temió perder partes del Corán con la muerte de aquéllos que lo habían memorizado, y se corría entonces el riesgo de que partes del libro desaparecieran.  Por consiguiente, Umar sugirió recopilar el Corán pidiéndole a Zaid ibn Zabit que encabezara un comité que reuniera las escrituras esparcidas del Corán y preparara un mus-haf – compendio de los escritos que contenían la revelación.  Para salvaguardar esta recopilación de los errores, el comité aceptó sólo material que había sido escrito en la presencia del Profeta (la paz y las bendiciones de Dios sean con él), y que podía verificarse por lo menos con el testimonio fiable de dos personas que realmente habían oído al Profeta recitar el pasaje en cuestión.  Una vez completado y unánimemente aprobado el trabajo por los Compañeros del Profeta, estas hojas se guardaron en la época del Califa Abu Bakr (13H/634 DC), luego quedó en poder del Califa Umar (13-23 H/634-644 DC), que era uno de los principales compañeros y padre de la viuda del Profeta, Hafsah.

El tercer Califa fue Uzmán Ibn Affán (23-35 H/644-656 DC); éste le pidió a Hafsah que le enviara el manuscrito del Corán que ella había guardado, y ordenó la reproducción de algunas copias exactas de él (se las llamó masaahif, plural de mus-haf).  Esta tarea se confió nuevamente a compañeros como Zaid Ibn Zabit, Abdullah Ibn Az-Zubair, Ibn Sa’id, y  Abdur-Rahman Ibn Hariz.  Luego de este trabajo (en el año 25 H / 646 DC), Uzmán devolvió el manuscrito original a Hafsah y envió las copias a las provincias islámicas más importantes.

Varios eruditos no musulmanes que han estudiado el tema de la recopilación y preservación del Corán, han declarado su autenticidad.  John Burton, al final de su trabajo sobre la recopilación del Corán, dice lo siguiente:

“…el texto ha llegado a nosotros en la forma en que era organizado y aceptado por el Profeta….  lo que nosotros tenemos hoy en nuestras manos es el mus-hafde Muhammad”.

Kenneth Cragg, describe la transmisión del Corán en tiempos de la revelación y hasta la actualidad como: “una sucesión viviente e irrompible de devoción”.

Schwally concuerda con esto:

“Aunque en algún momento la revelación estaba fraccionada, nosotros podemos estar seguros que su texto se ha transmitido exactamente como le fue revelado (al Profeta)”.
La credibilidad histórica del Corán está establecida además por el hecho de que una de las copias que mandó el Califa Uzmán todavía se conserva hoy.  Se encuentra en el Museo de la Ciudad de Tashkent en Uzbekistán, Asia Central.  De acuerdo con Memory of  the World Program de la UNESCO, una entidad de las Naciones Unidas: “esta es la versión definitiva, conocida como el Mus-haf de Uzmán”.

Existe una reproducción de la copia de Tashkent que está disponible en la Biblioteca de la Universidad de Columbia en Estados Unidos.  Esta copia es prueba de que el texto del Corán que nosotros tenemos en circulación hoy, es idéntico al del tiempo del Profeta y sus compañeros.  Una copia del mus-haf fue enviada a Siria (se la reprodujo antes de que un incendio en 1310 H/1892 DC destruyera la mezquita central donde fue guardado) También existe una copia en el Museo de Topkapi en Estambul, y un manuscrito antiguo en cuero de gacela se conserva en Dar al-Kutub en Sultaniyyah, Egipto.  Los manuscritos más antiguos de todos los períodos de la historia islámica que se encuentran en la Biblioteca del Congreso en Washington, en el Chester Beatty Museum en Dublín (Irlanda) y en el Museo de Londres, han sido comparados con los de Tashkent, Turquía y Egipto, y los resultados confirman que no se ha realizado ningún cambio en el texto desde el tiempo de su escritura original.

Por ejemplo, el Instituto Koranforschung de la Universidad de Münich (Alemania), había reunido más de 42.000 copias antiguas completas o parciales del Corán.  Después de aproximadamente cincuenta años de investigación, informaron que no había ninguna variante entre las diferentes copias, exceptuando los errores ocasionales del copista que pueden identificarse fácilmente.  Este Instituto fue destruido, desgraciadamente, por los bombardeos durante la segunda Guerra Mundial.

Así, debido a los esfuerzos de los Compañeros, con la ayuda de Dios, el Corán, tal como lo conocemos hoy en día, se recita de la misma manera como se reveló.  Esto lo convierte en la única escritura religiosa que todavía se mantiene inmaculada y se preserva en su idioma original.  De hecho, como Sir William Muir declara: “no hay ningún otro libro en el mundo que se haya mantenido inalterado durante doce siglos (ahora catorce)”.

La evidencia confirma la promesa de Dios en el Corán:

“Ciertamente Nosotros hemos revelado el Corán y somos Nosotros sus custodios”.

(Corán 15:9)

El Corán es el único libro que ha sido preservado en ambas formas, oral y escrita; y cada forma confirma la autenticidad de la otra.

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